Me siento un estúpido, quizás este juicio lo sientan muchos hoy en día. Creía que el nivel de inteligencia que tengo, basado en horas y horas de lectura y aprendizaje me darían el poder de no sentirme un estúpido. Pero no es así.

No son dueño de la verdad absoluta, que ontológicamente no existe, soy un paciente investigador de la suma de realidades de diferentes puntos de vista que me podrían dar una aproximación a esa verdad. Y por momentos también cuestionable.

No soy quién para determinar quien es inteligente, malo o estúpido, de hecho, no me sentiría seguro de definirme a mi mismo como inteligente, malo o estúpido, y eso que me conozco hace más de 50 años. Parte de me inteligencia me presiona a conocerme aún más.

Pero la realidad de la estupidez humana impacta en el mundo, y yo ahí buscando respuestas a preguntas equivocadas. Alguna fuerza humanidad de bien, que voy a buscar descubrir en las próximas líneas, hace que no nos extingamos como humanidad que busca transformar el mundo para un futuro mejor. 

En 1932, Walter Pitkin escribió el libro “A short introduction to the history of human stupidity”, uno de los más viejos escritos que he encontrado al respecto. Paradójicamente, la breve introducción a la historia de la estupidez humana le llevó más de 500 páginas, así que imaginen si le sumamos ahora la experiencia de estos casi 100 años que han pasado.

La definición de estúpido que aplica la Real Academia Española: “Necio, falto de inteligencia”. Desde aquí una primera relación con la inteligencia o la falta de a misma en estas personas.

No es fácil reconocer la estupidez, pero es mucho más fácil observarla e identificarla con ejemplos. Si podemos identificar pilares de la estupidez podemos decir que se sostiene en una mesa de tres patas:

Esta incapacidad permanente para distinguir los significativo que permite el crecimiento del bienestar y la felicidad, no solo propia sino del conjunto social, hace que podamos distinguir leyes que rigen en la estupidez humana. 

Por el 1976, Carlo M. Cipolla, escribe “Las leyes básicas de la estupidez humana” que se difundía abiertamente de manera anónima para luego llegar en 1988 a incluirse en el libro “Allegro ma non troppo” (Alegre, pero no demasiado), de tan solo +80 páginas.

Casi 50 años de esa breve introducción con que iniciamos este artículo, ya teníamos leyes que ameritan su reflexión, para ser conscientes si somos, estamos siendo o no estúpidos.

 

Creemos que son menos de los que son. Ignoramos las cantidades porque ignoramos por la falta de humildad o porque el ego nos ha tapado la posibilidad de observación. Pero la estupidez no es algo con lo que se nace, sino que, de manera temporal y espacial, las personas se cambian a estúpidas.

De manera espontánea nos enfrentamos a personas que nos bloquean nuestros sueños, metas y propósitos de vida. Esas personas quizás estaban, pero eran invisibles a nuestros ojos. La cantidad de personas que se agrupan en la estupidez, no se limita, sino que se transforma y crece de acuerdo a las circunstancias de la vida.

En particular en las crisis y en los peores momentos, cuando la vida nos desafía a conocernos y a conocer a las personas que elegimos tener cerca, es donde el descubrimiento de la estupidez y de la maldad florece exponencialmente.

Hay sucesos naturales y sociales, que tienen un patrón con un ciclo de crecimiento y repetición. En este caso solo sabemos que una porción de la población es estúpida pero no sabemos el patrón que lo lleva a aparecer.

Nada tiene que ver con su nivel de inteligencia, si está en un país desarrollado o del tercer mundo, si tiene dinero o es pobre. El porcentaje que uno estima es menor al que realmente se va a encontrar en el recorrer de la vida. Consideremos entonces que la naturaleza no discrimina ninguna condición social al respecto de la estupidez.

No descartemos ese momento que nos vemos al espejo y nos dimos cuenta de que encontramos uno mirándonos a los ojos.

Sobre la base de la conciencia y la competencia de un individuo, podemos decir que la persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente que es malvado. Pero el estúpido no sabe que es estúpido. Por lo cual se convierte en una bomba de tiempo en cualquier entorno donde actúe y se relacione.

La persona malvada tiene la intención de sacar provecho a otra persona indefensa, que será la víctima de dicha acción. Entonces el indefenso pierde, mientras los demás ganan. El malvado gana, mientras los demás pierden.  

Entender a un malvado es mucho más fácil, dado que se alinea a una lógica con un resultado malicioso. Los malvados actúan racionalmente. Si lo sé, no es la racionalidad que uno espera encontrar en el común social, pero de alguna manera es un uso de la razón, donde la persona mala busca un saldo positivo a su favor versus un saldo negativo a su víctima. Pueden carecer de emociones, aunque la inexistencia de la emoción exista en la relación social, como los psicópatas y los sociópatas.

En el caso de una persona inteligente, tanto él como los otros, ganan.

Pero en el contexto de las acciones de un estúpido hace que pierdan todos, y muchas veces se empeora a sí mismo.

Las personas inteligentes razonan desde sus aprendizajes, modelo lógicos y experiencia. Las personas inteligentes no pueden entender, dentro de esa lógica racional, como es el accionar de un estúpido. No es lógico lo que hace. Desde esa mirada es muy complicado entender como el estúpido actúa, razona y se comporta.

Considero que el uso de la facultad racional, en la persona estúpida, es imposible. No existe fórmula suficientemente lógica para entender cómo, cuándo y dónde actuará un estúpido. No planifica, pero se maneja como si lo hiciera. No organiza, pero se siente organizado. No piensa, pero pareciera que tiene sentido lo que está haciendo.

Asociarse con estúpidos siempre es un costo altísimo, aunque no lo pudiéramos observar en el corto plazo. Las personas malvadas creen que todos los demás son indefensos o menos inteligentes que ellos. Las personas inteligentes piensan que todos los demás son como uno mismo.

Una persona inteligente puede ayudar a un estúpido por un tiempo, pero siempre habrá un momento de desatención que hará de las suyas. Si quieres controlar a un estúpido, ten presente que de ese modo el estúpido te estará controlando a ti. ¿Quién es más estúpido el que habla o el que lo escucha?

Generemos las siguientes hipótesis de sociedades: malvadas, inteligentes y estúpidas.

Una sociedad donde todas las personas son malvadas buscará sacar rédito de las otras personas, pero como son malvadas también, cada una de ellas obtiene un beneficio igual que la otra haya perdido. En este caso se crea un balance de suma cero, permaneciendo igual en un equilibrio de no crecimiento.

Cuando la sociedad esta compuesta por personas inteligentes, todas buscan ganar ellas mismas y para todos los demás. Se genera un beneficio con un propósito en común, donde todas ganan, creando un beneficio de crecimiento.

Pero ¿qué pasa si la sociedad está llena de estúpidos? No hay ni equilibrio ni crecimiento, sino que hacen que la sociedad empeore, de uno a otros y de uno a si mismo. Entonces ¿son más peligrosos los malvados o los estúpidos? 

Dietrich Bonhoeffer plantea que las personas estúpidas son más peligrosas que las malvadas, basado que la estupidez es uno de los enemigos del bien común mucho más peligroso que la maldad.

Hay que actuar con cautela con una persona estúpida. No se trata de un problema intelectual, sino que me atrevería a decir de valores. Las personas no se vuelven estúpidas, sino que ellas mismas se permiten, quizás inconscientemente, serlo.

La sociedad produce cambios al individuo, y el individuo puede ser productor de un cambio social. La estupidez es más sociológica que psicológica. La maldad de una sociedad necesita de la estupidez y de personas indefensas para que logre su objetivo. El poder necesita de seguidores estúpidos, que no pueden lograr su independencia y autonomía por la falta de inteligencia que renunciaron de alguna manera tener.

Las personas estúpidas se apoyan en etiquetas o consignas que se han apoderado de ellas. Como un domo invisible, no les permite observar los hechos irrefutables que contradicen sus pensamientos. El estúpido simplemente ignora esa realidad y se quedan con esas consignas que conlleva muchas veces fundamentos apoyados por el prejuicio y opiniones que carecer de hechos concretos y afirmaciones absolutas.

Fuente: https://sproutsschools.com/bonhoeffers-theory-of-stupidity/

No existirá ningún tipo de transformación personal desde el interior, sin que se produzca una aceptación consciente desde el espacio del “no sé qué no sé” (concientización).

Recién aquí, podremos declarar la ignorancia que no nos deja ser independiente y autónomos, para luego decidir recorrer el camino del conocimiento y el aprendizaje para ser más inteligentes en el espacio del “sé que no sé” (ignorancia) y “sé que sé” (aprendizaje).

Ejemplos de situaciones para que reflexionemos al respecto de situaciones que suceden en este mundo:

“Existen solo dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro.”, Albert Einstein.

“Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda.”, Jean de la Fontaine.

“La estupidez insiste siempre, sobre todo en los más estúpidos.”, Albert Camus.

“El idiota grita, el inteligente opina y el sabio calla”, Confucio

“El hombre inteligente habla de lo que conoce, el sabio calla para escuchar lo que aun no conoce…” José Rivas

“El malvado podrá ser muy inteligente, pero no sabio.”, Doménico Cieri Estrada

“El sabio finge ser tonto frente al tonto que se cree inteligente”, Jordan Pérez

“El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.”, Aristóteles

“El sabio siempre quiere aprender; el ignorante siempre quiere enseñar.”

“El sabio no enseña con palabras, sino con actos.”, Lao-Tsé

“Piensa como un hombre sabio pero comunícate con el lenguaje de la gente.”, William Butler Yeats

“Puedes decir si un hombre es sabio por sus preguntas.”, Naguib Mahfuz

“Para obtener éxito en el mundo, hay que parecer loco y ser sabio.”, Montesquieu

“El hombre inteligente no es el que tiene muchas ideas, sino el que sabe sacar provecho de las pocas que tiene”

“¿Hay vida inteligente en la Tierra? Sí, pero estoy solo de visita.”

“El sabio sabe que ignora.”, Confucio

“La diferencia entre un hombre inteligente y un tonto radica en que el inteligente se repone fácilmente de sus fracasos, mientras que el tonto jamás logra reponerse de sus éxitos.”, Sacha Guitry

“No basta con poseer una mente notable, lo esencial es usarla bien.”, René Descartes

“La estupidez ha avanzado mucho. Es un sol tan brillante que ya no podemos mirar directamente hacia él. Gracias a los medios de comunicación, ya no es la que era, la alimentan otros mitos, se vende extraordinariamente bien y está expandiendo su terrible poder.”, Ennio Flaiano

“Nada, en todo el mundo, es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda.”, Martin Luther King

“La estupidez nace de tener una respuesta para todo; la sabiduría, de tener una pregunta para todo.”, Milan Kundera

“La estupidez es activa en todas las direcciones y sabe disfrazarse con todos los ropajes de la verdad. La verdad, por el contrario, tiene un solo traje y un solo camino para cada ocasión y se halla siempre en desventaja.”, Robert Musil